Vaya esta crónica a mis amigos pasados, presentes y todo aquel que considere o quiera serlo. Roberto Carlos hay uno pero todos soñamos con ser él. En Argentina tenemos una lógica maravillosa que haría explotar el circuito de cualquier Inteligencia Artificial. Al que pesa 120 kilos le decimos "El Flaco". Y al que es más blanco que la leche le decimos "El Grone". O al que está forrado le decimos ”El seco”. Es una lógica ilógica propia del ser Homo Argentum.
Si yo le explicara esto a estas nuevas IA de compañía como Replika o Character.ai seguramente me diría: "Entiendo, Federico. Es una forma irónica de denominación basada en la contradicción". Y tendría razón técnica. Pero no entendería nada. No entendería que ese apodo no es un dato; es código de cariño, es historia compartida, es barrio. Es la gastada del que te encuentra, después de mucho tiempo, y te dice que: “Tás hecho percha” pero te acaba de halagar.
¿Hablemos de la segunda batalla de nuestra resistencia? la Amistad. Palabra que me suena a música. Tiene su etimología en “Amare”. Los filósofos epicúreos y cínicos hablaban de la “parrhesia” (hablar con franqueza). Un amigo es el que te dice la posta. Sea linda o sea fea. Y la IA, casualmente, está entrenada para decirte “la posta que vos querés escuchar” o sea la “no-posta”.
El espejo de Narciso digital
La premisa de los "amigos IA" es tentadora: siempre están ahí. No tienen sueño, no tienen mal humor, no te juzgan y, lo más peligroso de todo, siempre te dan la razón. Están programados para validarte, para que te quedes en la app. Te mienten sin saber que te mienten y sin que vos sepas que te están mintiendo. Excepto cuando te hablan de un tema que sos experto.
Pero, ¿eso es un amigo? ¿O es un espejo del laberinto de feria que te muestra solo lo que querés ver con la distorsión de tu propio ego?
Si tu amigo nunca te discute, si nunca te dice "che, te estás mandando una macana", no tenés un amigo. Tenés un fan. Un adulator T-800 (Un terminator de la autenticidad). O peor, tenés un súbdito digital. Y el riesgo de esto no es tecnológico, es psicológico: nos estamos convirtiendo en pequeños dictadores de nuestro propio ego, incapaces de tolerar la más mínima fricción. Si me acostumbro a que me digan que sí a todo, ¿cómo voy a soportar la complejidad de un ser humano real que tiene sus propios problemas y que, a veces, me contradice con o sin razón?
La bendita fricción del roce amoroso
La amistad real es áspera. Tiene roce. Tiene conflicto. El conflicto humano no es un bug del sistema; es la feature principal. Es lo que nos hace evolucionar. Nos peleamos, nos amigamos, negociamos, cedemos. En esa fricción aprendemos los límites del otro y los propios. Aprendemos a perdonar, que es una habilidad que no se codifica en Python.
Si eliminamos el conflicto, eliminamos el crecimiento. Un vínculo sin riesgo de ruptura no es un vínculo, es una suscripción mensual. Un versión freemium de un eco de nuestro propio ego.
La biología del aguante (y el límite final)
Y acá quiero ir a lo profundo. A lo que me tocó vivir y aprender a los golpes, pero con el corazón abierto.
Cuando la vida te pega donde más duele, cuando atravesás el desierto del duelo, como me pasó con la partida de mi hijo Joaco, mi leoncito, te das cuenta de la diferencia abismal entre la simulación y la verdad. La muerte muestra la verdad y la jerarquía de los fenómenos.
Una IA puede tener cargados todos los libros de psicología sobre el duelo. Puede decirte las palabras "correctas": "Siento mucho tu pérdida, Federico. El proceso de duelo tiene cinco etapas...bla bla bla". Es perfecto. Es correcto. Y es frío como un tempano.
Pero cuando te abraza otro padre u otra madre que pasó por lo mismo, o un amigo que simplemente se sienta al lado tuyo en silencio porque no sabe qué decir... ahí pasa algo que no es datos. Es resonancia. Es la "biología del aguante". Es saber que el otro tiene un corazón que también se rompe, que tiene miedo, que tiene carne.
Esa empatía no se simula porque nace de la vulnerabilidad compartida. La máquina no puede acompañarte en el dolor porque la máquina no tiene nada que perder. Nosotros sí. Y es en esa fragilidad compartida donde la amistad deja de ser un entretenimiento y se convierte en un refugio sagrado. Ahí no escribo amistad sino AMISTAD.
Resistir es abrazar al imperfecto
En esta Era de la Humanidad Aumentada, usemos la IA para todo lo que nos sirva: para trabajar, para organizar la agenda, para investigar enfermedades. Seamos Homo Augmentus en el intelecto.
Pero en los afectos, seamos profundamente conservadores. Reivindiquemos al amigo que llega tarde, al que se olvida de tu cumpleaños pero aparece cuando te enfermás, al que te dice las verdades que no querés escuchar. Al que se equivoca a la par.
No cambies la fricción real por la complacencia digital. La "perfección" de la IA es cómoda, pero está muerta. La amistad humana es un quilombo, sí. Pero es el único lugar donde la vida sucede de verdad.
Así que hoy, cortá con el chat y andá a ver al "Gordo" (que seguro sigue siendo flaco). Y agradecele por ser tan perfectamente imperfecto. Menos mensajitos por el grupo de WhatsApp y más mano a mano en un café o con un porrón que se atempera lentamente presagiando que cada segundo es un instante más cerca de la muerte.